domingo, 27 de septiembre de 2009

Los monos


Es viernes de tarde. El día está horrible, pero es viernes de tarde, casi noche. El bicho empieza a invadirnos. La metamorfosis comienza.

Los monos se empiezan a comunicar. Coordinan la noche. El punto de reunión está establecido. La manada se empieza a juntar. Se paga la cuota establecida y parte de la manada sale a buscar los brebajes que le van a poner color a la noche. Al regreso el resto los recibe con cánticos y gritos, la euforia es general.

Los utensilios para la ingesta de la bebida ya están prontos. Empieza la distribución junto con las charlas sobre la vida, las hazañas y los supuestos. La coherencia disminuye junto con el contenido de las botellas y de los brindis. Los monos bailan, hacen piruetas, ruidos, se miden, se abrazan, se ríen.

En el punto de máxima euforia la manada abandona su territorio para salir al encuentro con otros grupos de monos y con otra amplia gama de especies. Las danzas de apareamiento de diversas índoles engalanan el recinto, algunas con éxito, otras no tanto, dejando en evidencia a las especies e individuos dominantes. Los monos bailan sin cesar al son de ritmos tribales hasta quedar exhaustos.

Empieza a asomarse el sol y los monos emprenden el viaje de retorno a su territorio. Buena noche para algunos, un desastre para otros. Hay que ir a descansar y juntar fuerzas para el día siguiente.

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