jueves, 16 de septiembre de 2010

La Isla Provolone

Esta es una historia que pasó en algún momento, en mis días de marinero. Iba navegando en mi barco de pan de ajo por el Mar de la Parrilla siempre alerta de no caer en manos de las temibles brasas y evitando islas indeseadas, como la de los vegetales. En mi viaje, encontré una cebolla que iba a la deriva, que resultó ser bien de bien y su compañía fue de lo más agradable, pero fue capturada por las brasas, no hubo nada para hacer.

Mi destino es un lugar paradisíaco que me recomendaron otros viajeros que conocen estas aguas; la Isla Provolone. Después de días en el mar la divisé, tal como me la habían descrito, una masa amarilla plagada de vegetación. Al desembarcar enseguida noté que el terreno no era muy firme, más bien chicloso diría. La tupida vegetación de orégano hacía que el recorrido no fuera fácil, pero me fui abriendo paso. Había pequeñas regiones de tierra firme, tipo cascarita donde aprovechaba para descansar. El camino fue arduo, pero finalmente llegué a lo que parecía el centro de la isla.

Ahí se vivía un clima de verdadera fiesta; rodajas de aceitunas hacían acrobacias, tiras de morrón rojo bailaban al son de la música que pinchaban los DJ's ajo y perejil. Era todo un alboroto, hasta me encontré a mi amiga la cebolla que, milagrosamente había escapado de las brasas. Ella me explicó que toda la algarabía se debía a que se esperaba la pronta llegada de hordas de trozos de colita de cuadril, que son tremendos fiesteros y además estaba anunciada lluvia de adobo parrillero. No se podía pedir más nada.

La velada estuvo increíble y la fiesta se vivió a pleno. Espero ansioso el retorno.

3 comentarios:

  1. Como pega el provolone con honguitos magicos tio eh! Buen provecho!

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  2. Muy bueno tío, me encantó!
    Se ve que se lo extraña por acá.
    Salú

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  3. Te pasaste de orégano me parece...

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