lunes, 13 de abril de 2009

Las mismas distintas calles


La noche está furiosa, algo no anda bien, como si la naturaleza estuviera enojada. Voy caminando hacia el almacén. Un escalofrío me invade la espalda y me llena de miedo, algo no anda bien. Son sólo dos cuadras, pero son eternas, son las mismas de siempre, pero eternas, tenebrosas, distintas. El cigarro me acompaña, pero no encuentro la calma habitual, no se que pasa. La sombra de un perro a lo lejos me asusta, apuro el paso y sigo mi camino sin dirigirle la mirada. Un mar de sensaciones recorren mi espalda y perturban mi pensamiento. Veo un grupo de personas bajo la sombra de un foco de la calle que hablan y se ríen exageradamente. También las esquivo con los ojos clavados en el piso.

Por fin llego al almacén. Me siento reparado, calmo, todo desaparece por un instante, estoy en paz por unos segundos. Termino mis compras y salgo a la jungla nuevamente. La noche sigue empecinada en hacerme temblar. Siento mucho miedo. Prendo otro cigarro para que me acompañe a la vuelta. El viento me dificulta el trabajo, pero con un poco de maña y esfuerzo le gano la pulseada. Las personas ya no están, no hay nadie a la vista. La calle está totalmente oscura, el foco se apagó y las pocas estrellas que iluminan la noche no tienen fuerza suficiente para ganarle a la oscuridad.

El perro sigue ahí, me mira fijo. No logro mantenerle la mirada. Empieza a ladrar rabioso, iracundo. Se acerca a mi lentamente. Apuro el paso. Una persiana me observa sigilosamente. Algo no anda bien. El arma homicida pasa por adelante mío, la percibo. Casi no tolero el escalofrío incesante que invade mi columna vertebral y hace que mis piernas tiemblen. El perro desapareció, pero siento sus ojos clavados en mi, soy su presa, goza con mi miedo, con mi sufrimiento. Me huele y se deleita. El arma homicida también desaparece, algo no anda bien.

Por fin llego, pero aún no entro. Llamo por teléfono. Todo está bien. Recupero la calma y mis piernas. El escalofrío sigue ahí. Siento al perro ladrando muy cerca mío, pero no lo veo. Escucho el arma homicida nuevamente y un grito de terror. Entro a la casa. Sé que algo pasó.

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